El secreto
Orencio se jubiló en 2014, tras 41 años trabajando como albañil en varias empresas. Su mujer falleció en 2011 y sus dos hijos están en Madrid. Pasea según sale el sol, come a la misma hora un menú sin sorpresas, dedica un rato de lectura, se acuesta después del telediario. Una vida gris, en apariencia, los rayos de sol destacan cuando se cuelan entre las nubes.
Cada viernes acude a La Pérgola, un taller de poesía amateur, el último lugar donde se hubiera imaginado. La primera vez fue para saludar a unas amigas de su mujer, que fue asidua, y le engatusaron para quedarse un rato. Se sintió torpe, extraño, aunque un cosquilleo le estremeció al ponerse a bailar con las palabras, así que fue el viernes siguiente, el siguiente, y hasta hoy.
Los martes toca partida en el Brasil, son fijos Damián, Carmen y Samuel. Lola y Pepe van cuando pueden y a veces se suman espontáneos. Juegan a las cartas, al dominó, al trivial. El surtido del Brasil es variado. Al principio jugaban solo mus, Carmen y Lola se aburrían y se iban, así que abrieron el abanico. Es el único día que se salta la hora de cenar, les dan las nueve jugando y entonces piden tortilla, ensalada y croquetas. También se pierde el telediario, al llegar a casa se acuesta, los martes la cama está menos fría.
Orencio jamás ha dicho en el Brasil que escribe poesía, ni en La Pérgola cuenta lo de las partidas en el Brasil. Quizás lo ve como aceite y agua. El martes pasado Lola llegó al bar con su hijo, el muchacho estudia periodismo y necesitaba hacer una entrevista biográfica a una persona mayor. Orencio se ofreció al momento y mientras los demás jugaban al dominó ellos se apartaron a otra mesa.
Algunas preguntas le recordaron episodios de su vida que le hicieron reír a carcajadas, otros le pusieron un nudo en la garganta y la mayoría le dejaron el sabor agridulce de todo lo bueno que había tenido la suerte de vivir y se había acabado o se iban acabando. Casi al terminar le dijo, te voy a contar una cosa que no sabe nadie, total en tu universidad no me conocen, pero prométeme que no se lo contarás a nadie más, mucho menos a tu madre o a estos.
