La tertulia
“Cuando abrió su restaurante, sabía que de algún modo tenía que significarse. Así que decidió renombrar sus platos con los títulos de sus libros favoritos.

La tortilla de patata pasó a llamarse “La Celestina” porque une voluntades; las croquetas, “Lazarillos”, que lo aprovechan todo; la ensaladilla rusa, “Anna Karenina” (sobra la explicación); el arroz con leche, “Corazón tan blanco”; su paella, “Doña Perfecta” (ni qué decir tiene); la pechuga a la plancha, “Cien años de soledad”; y los pimientos de Padrón, “Asesinato en el Orient Express”, porque nunca se sabe cuál va a ser el criminal.
-¿Y la gente va a entenderlo?, le decían.
-Si no lo entiende, mejor; se lo explico. Y les cuento que al cordero lo llamo “El Cid” porque campa por Castilla; y al gazpacho, “Romancero gitano”, porque tiene luna, cuchillo y naturaleza.
La ensalada verde pasó de tener un nombre común a uno poético, “La arboleda perdida”; la parrilla de verduras, “Fausto”, por el secreto de la eterna juventud; el jamón ibérico, “Don Juan”; y el cocido, “Luces de Bohemia”.
-¿Y eso por qué?
-Porque lo hago al estilo madrileño. Y porque mi deseo es que el paladar les evoque a Max Estrella, que deformen la realidad en el Callejón del Gato y se sientan hoy los últimos bohemios.

Y como ocurre con todas las grandes historias, los juglares del buen gusto se entregaron a narrarla y a acrecentar su leyenda; contando que uno allí sesentía un Quijote cuando comía migas y un Sancho con los pimientos rellenos.
Que podías vivir una historia de amor del siglo XIX -con sus dimes y diretes- y que el gazpacho era una explosión de cante jondo. Que ese restaurante era el país de las Maravillas de Alicia; la Mancha de Cervantes; el velero de Espronceda y el valle de Rivendel”…
-Anita,¿has terminado tu ejercicio?
-Aquí lo tiene. Será el último por ahora. Ya no quiero ser solo escritora: quiero montar un restaurante.
El viejo profesor la miró con una mezcla de condescendencia, incredulidad y ternuramientras recogía su folio manuscrito ...
-Ana, no corras, se te ha olvidado el nombre. ¿Cómo se llama?
-¿Mi relato o el restaurante?
-Ambos.
-¡La tertulia!