Negro sobre blanco (IV): Verde

Por Spice Lady

—¿Qué tal llevas el pesto?

—Listo. La albahaca genovesa que le envían a Juan es una pasada.

—Ja, ja. Al menos no has dicho pasote.    

El lenguaje del nuevo y jovencísimo cocinero, Julián, hacía sonreír a Elizabeth y le generaba reflexiones llenas de empatía por los muchos años que había vivido en Inglaterra y su capacidad para pensar y expresarse en dos lenguas.

—¿Qué es tan gracioso? ¡Es cierto que es una verdadera pasada!

—Compadezco a quienes tengan que aprender nuestro idioma. Mira, imagina que eres un estudiante inglés y escuchas a alguien decir que algo bueno es una pasada, pero si es malo, por ejemplo, muy caro, también puede ser una pasada; que un adelantamiento es también una pasada; que hay que dar una nueva pasada a la encimera para que quede perfectamente limpia, o a los apuntes antes del examen; también que hay una persona que va muy pasada, que tal decoración está pasada, que la fruta muy madura está pasada y la paella demasiado hecha también está pasada. Y, por supuesto, una cosa que sucedió hace años ya es una cosa pasada. ¿No enloquecerías?

—Bueno, para eso está el contexto.

—Desde luego. Pero no me negarás que, a veces, empobrecemos voluntariamente el lenguaje.

—¿Por qué dices eso?

—A ver, Julián, tú eres listo y un grandísimo lector. Hablas fenomenal y tienes chispa. A veces, eres hasta gracioso. Eres un tío sensible, cultivado,… sabes describir la albahaca con algo más que la palabra “pasada”.

—Economía del lenguaje se llama eso. Y con la cantidad de trabajo que nos espera hoy, me parece una verdadera pasada ponerme a pensar en lo mucho que sufren los estudiantes de español o a reflexionar sobre mi vocabulario. Te dejo a ti esas preocupaciones, que eres medio inglesa y medio escritora además de cocinera, claro. Por cierto, me ha encantado el vídeo con el que te presentas en Instagram, muy original. Diferente. ¡Menudo cambio de aires tiene ya el perfil del restaurante!... ¿Qué te parece cómo ha quedado el escabeche?

—Está perfecto, en su punto. En cuanto al vídeo… la chica que lo hizo me lo puso muy fácil, vino el otro día a cenar con su padre y aprovechamos para hacerlo. A ti también te va a tocar, no intentes escaquearte. Nagore está construyendo un perfil del restaurante en redes muy profesional pero muy humano, como habrás visto.

—Un momento, un momento. ¿Quién es Nagore, quién es su padre y por qué tengo que hacerlo?

—Por partes; Nagore es la chica que está trabajando la comunicación del restaurante y todo lo relacionado con redes. Ha puesto también en contacto a Rosa y a Juan con el equipo de una app con la que consigues descuentos en hostelería jugando.

—La conozco, yo la uso. Se llama Alianza Win.

—¿Y qué tal es?

—¡Una pasada!

—Nagore es la hija de un conocido de Juan y Rosa, José Luis. El señor vino un día por casualidad, quedó encantado y volvió acompañado de su hija. Desde entonces, es un asiduo. Y la chica ha encajado muy bien. La conocerás la semana que viene y, lo dicho, te va a tocar hacer tu vídeo. Luego, le echaremos una mano con lo que nos pida, está diseñando un proyecto que, por lo visto, es estupendo y está totalmente alineado con lo que Juan y Rosa quieren. ¿Que por qué tienes que participar en esto? Fácil: porque, aunque has sido el último en llegar, eres parte del equipo. ¡Cuidado con ese corte! Mira, déjame el cuchillo, tienes que hacerlo así, más transversal, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Además, esa timidez tuya es solo fruto de la juventud. Estoy convencida de que llevas dentro un gran comunicador, fresco y natural, como eres tú. Nagore te lo pondrá fácil. ¡No vas a escapar!

—Vaaaale. ¡Qué remedio! La chica, entonces, ¿es maja?

—Una verdadera pasada.

—Graciosilla.

[…]

“Maja, dice. Debió haberme avisado de esto. Espero que no se me note nada. No quiero mirarla. Madre mía, qué tensión y qué mal rato estoy pasando. Elizabeth, te aprecio mucho, pero estas cosas se avisan. Madre de Dios, ¡voy a morir de pavor!”.

—Julián, ¿estás listo? —y su voz desencadenó un hormigueo nervioso en el cuerpo del joven que lo recorrió de la planta de los pies hasta hacer arder, literalmente, sus orejas—.

—Supongo —contestó a la vez que pensaba que, casi con toda certeza, se había sonrojado—. Tengo que ir al baño, ¿vale?

—Vale, ¡cuidado con el micro! ¿Te lo quito?

—No, no, solo voy a lavarme las manos —mintió, pues, en realidad, solo quería comprobar si su cara estaba en un tono semáforo cerrado o bermellón vibrante—.

Frente al espejo, intentó calmarse a sí mismo con palabras amables, como habla una madre cuando tienes fiebre y no quieres dormir porque su arrullo es más reparador que el sueño. Y entonces quiso estar ahí, protegido del mundo en el abrazo que todo lo puede, regresar al cálido regazo en el que no existe nada más. “No puedo no hacerlo, voy a quedar fatal ante Elizabeth, Juan y Rosa… y no quiero decepcionarlos, que acabo de empezar. Y, lo peor, voy a quedar fatal ante ella. Dios, pero por qué Elizabeth no me habló de lo guapa que es, ¡esta chica es un manojo de primavera! ¡Maja! ¡Maja, dice! ¡No es que sea maja, es que es una divinidad! Por favor, mamá, desde donde estés, échame una mano. Ayúdame a sacudirme, aunque solo sea por hoy, esta timidez, este sonrojo que no consigo hacer desaparecer. Venga, tengo que volver, vamos, que no es para tanto y, como dice mi abuelo, “un mal rato lo aguanta cualquiera”.

—¡Julián! ¡Ya estás de vuelta! Estupendo. Mira, he pensado, si te apetece, que vamos a cambiar la fórmula para tu vídeo. Perdóname, ¿vale? Vamos a hacer respuestas cortas y rápidas, como una especie de test. Te explico: imagina el resultado final, la pregunta no estará en el vídeo con mi voz —“Una pena”, pensó él—, sino con un rotulito, para que sea más dinámico, y tú solo tienes que contestar lo que se te ocurra. Ahora lo ensayamos, ¿te parece? Además, tranqui, que esto no es un directo ¡las herramientas de edición son la nueva salvación del mundo! ¿Listo, Julián? Por cierto, me encanta tu nombre. Es, no sé, poderoso.

“Pues no es solo guapa y simpática, y alegre, además es lista. Y cariñosa. Sensible. Sabe perfectamente lo que me pasa y me está poniendo las cosas fáciles. Esta chica es el amor. Bueno, entiendo que el amor debe de ser algo así, como ella, con esa frescura y el pelo moreno”.

—Es el de mi abuelo.

—¿Qué, perdona?

—Julián, me llamo como mi abuelo, el padre de mi madre.

—¡Qué bueno! Me encantan los nombres que tienen un porqué. Y, sobre todo, que tienen esa fuerza, con su sonoridad, su tilde y su increíble presencia.

—Antes, de niño, no me gustaba. Pensaba que era un nombre de viejo, pero ahora me encanta. Me gusta pensar que siempre llevo a mi abuelo conmigo.

—Y seguro que lo llevas en muchas cosas, no solo en el nombre.

—Sí, él me enseñó a cocinar, ¿sabes?

—¡Anda, qué curioso! ¿Y eso? ¿También es cocinero?

—No, pero, cuando mi madre murió, él pasó a ser la persona con la que más tiempo compartía, y aún comparto. Aún no entiendo de dónde sacó tanta fuerza para cuidarnos a mi abuela y a mí.

—Vaya, siento lo de tu madre. Debió de ser complicado.

—Lo fue. Y lo sigue siendo. Que te acostumbres a la ausencia no quiere decir que la persona no te haga falta a diario. Siempre. Ahora.

“Qué ternura y sinceridad encierra este chico —pensó Nagore mientras se giraba fingiendo mirar por la ventana para ocultar las lagrimillas que Julián le había hecho asomar—. Me encanta cómo se diluye su timidez a medida que habla… La palabra sanadora. Qué voz tan bonita, ¡y qué mirada! Sería tan poco profesional abrazarlo.... ¡Esos ojos verdes y esa piel tan blanca! En fin, vamos”.

—¡Vamos al lío, Julián! Que el tiempo no perdona.

—Contesta lo primero que se te pase por la cabeza, las cosas más sinceras y auténticas se dicen sin pensar.

—Hecho.

—¿Restaurante favorito?

—Este, “El Blanco”.

—Receta que adoras preparar.

—Ceviche.

—Asignatura pendiente.

—La repostería. Y espero aprenderla de Elizabeth, mi nueva jefa.

—Filias.

—La comida italiana.

—Fobias.

—Las judías verdes en todas sus formas.

—¿Sueño?

—¡Muchísimo! Todas las mañanas, hasta que me tomo dos cafés.

Le encantó verla reír.

—Momento en el que empezaste a amar la cocina.

—En la adolescencia.

—Comida favorita.

—El arroz caldoso de mi abuelo Julián.

—Persona con la que la compartirías.

—Contigo.

Capítulos anteriores:

I: Rojo

II: Naranja

III: Amarillo

Otros capítulos de Negro sobre blanco:

V: Azul

VI: Añil

VII: Violeta

VIII: Blanco

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