Negro sobre blanco (VI): Añil

Por Spice Lady
El cansancio físico le devolvía la paz mental. Y con ella, esa dulce sensación de sentirse parte de la noche en calma, cuando todos duermen y gobierna el silencio. Cuando parece querer aflorar la inocencia del mundo.
La terraza, recogida. La barra, limpia. Todo vacío. Solos él y la costumbre, el rito. Los gestos repetidos que dibujan la verticalidad de la vida. Espacios creados para no pertenecer a nadie.
El cielo limpio del verano —purísima y oro donde late el misterio de quiénes somos— cubría con su inmaculado manto esa soledad buscada.
Un descafeinado con hielo, una ojeada al periódico y la voz de Billie Holiday cantando “Blue Moon” —rota y dulce, como de cristal y miel— cerraban el marco en el que, cada noche, al terminar de recoger, encuadraba su momento favorito de la jornada.
—Preciosa canción.
—Por el amor de Dios, ¡qué susto!
—Hombre, estará usted acostumbrado a que le hablen desconocidos.
—Sí, pero no a estas horas de la noche.
—Lo lamento. Entiendo que, después del sobresalto y considerando que tiene todo recogido, no querrá servirme nada. Y, mucho menos, querrá compañía.
Varios pensamientos rápidos atravesaron la mente de Juan: si le servía, adiós a su momento. Y si se negaba, estaría traicionando a sus principios, porque, eso sí, cansado, enfermo, triste, abandonado, con duelos o con quebrantos, para Juan, el cliente es su deber; y darle un buen servicio, su principal obligación.
—Buen vino. Gracias —dijo el hombre tras disfrutar el primer trago—.
—No hay de qué. Eso sí, con la cocina cerrada, tendrá que conformarse con una tapa fría. ¿Qué prefiere: queso o jamón?
—Lo que usted recomiende. Nunca se me dio bien elegir.
—Vaya, no creo que elegir sea algo que se dé bien o mal. Se elige y punto. Le pongo las dos cosas para que esta vez acierte seguro.
—Ja, ja. Muy amable. Lo cierto es que es difícil elegir entre queso y jamón. Como es difícil elegir entre las versiones de esta canción, ¿no cree? Esta que suena, la de Billie Holiday, es, a mi parecer, demasiado melancólica. Prefiero la calidez con la que la canta Frank Sinatra. ¿No le parece?
A Juan no le apetecía hablar. Ni mucho menos meterse en un tema de conversación al que le sacaría poco partido. Le gustaba esa canción. Sin más. Desconocía cuántas versiones había y tampoco le importaba mucho. No era un experto un jazz, ni un melómano. Escuchó por primera vez esa canción en su serie favorita, hacía años, en los noventa, cuando no existía la tele a la carta ni el Spotify. Y la asociaba a la época feliz de su juventud, cuando se enamoró por primera vez y el mundo era aún un enigma por descifrar.
—Quizá —contestó sin demasiado convencimiento y con la única intención de no ser maleducado con un cliente—.
—¿Sabe lo que significa el título de esta canción?
—Hombre, no es que sepa muchísimo inglés, pero me apaño con los turistas. Y sé que significa “luna azul”, cosa que no tiene mucho sentido. La luna nunca es azul, siempre es del color de la plata. Y amarilla en julio, que es mi luna favorita. Es como una gran medalla.
—Ja, ja. Qué razón tiene usted… —el hombre chascó los dedos, con un claro gesto de querer dirigirse a Juan por su nombre—.
—Juan.
—Encantado, Juan. Yo soy Daniel. Y qué razón tiene usted con lo de la luna de julio… Pero no es azul por el color, ya sabe.
—No, no sé —contestó Juan, no sin cierto fastidio ante lo que él entendía que era una actitud arrogante-. ¿Es “blue” entonces por la tristeza, como lo del “blue Monday”?, preguntó por cortesía y con el afán de que el inoportuno cliente concluyera la conversación y el vino y lo dejase en paz.
—Ja, ja. No, no lo creo —añadió el desconocido riéndose, lo que terminó de molestar aún más a Juan—. La luna azul es la segunda luna llena dentro de un mismo mes del calendario. ¿Lo sabía? Es un acontecimiento raro pero relevante, significativo, no sé, como vivir un gran amor.
A Juan le interesó el dato, pero le molestó el tono. Y, aún más, cuando, aprovechando su buena disposición y su cordialidad, Daniel le pidió que pusiera otra vez la canción, pero esta vez la versión de Ella Fitzgerald. “Es más elegante”, argumentó.
—Y menos triste que la de Holiday —prosiguió—. Aunque, ahora que lo dice, Juan, y bien pensado, estoy casi convencido que lo de “blue” como triste también puede formar parte del sentido de la canción. Quizá sí exista ese juego, ¿me pone otro vino?
—Mire, Daniel, no estoy para juegos. Ni puedo servir más vino. Estoy fuera de horario.
—Entiendo la segunda parte, lo del horario y demás, pero no es verdad la primera. Usted sí está para juegos. Y no me refiero al azar.
—Por favor, Daniel. Tenemos que marcharnos.
—Lo sé, pero déjeme jugar un poco más: lo lúdico es una forma de aprender, de vivir, de recordar. Y hasta de resistir. Su local, por ejemplo, es un gran escenario donde la gente viene a entretenerse, a disfrutar, a distraerse, a conversar, a olvidar los problemas… a jugar. Y usted también juega, Juan. Juega a estar solo cada noche, cuando recoge y escucha una canción y hojea el periódico. Juega. Porque jugar es también una búsqueda de algo que se desea, y usted juega a estar solo. Yo, en cambio, juego a buscar una conversación, compañía. Como he hecho hoy, aquí, en su bar.
—Entonces hoy usted ha sido el ganador, Daniel. No era cierto eso de que no sabe elegir, me ha elegido a mí y ha encontrado compañía y conversación. Yo, en cambio, no he disfrutado de mi soledad. Y, con esto, ya, nos vamos —concluyó Juan—.
—Ja, ja. Claro que nos vamos. Venga, que le ayudo a echar el cierre —la persiana metálica chirrió rasgando la solidez silenciosa de la noche—. Pero en una cosa se equivoca, Juan, el ganador no es el que encuentra, sino el que busca, y espera, sin saberlo.
Al final de la calle, una farola de luz amarilla rompía la oscuridad dibujando un círculo en el suelo en el que lo vio adentrarse y perderse para siempre. En la cara de Juan se dibujó una sonrisa mezcla de extrañeza, alegría y asombro. “Este, sin duda, es el mejor trabajo del mundo”, pensaba mientras, de camino a casa, silbaba “Blue Moon” jugando con el aliento fresco de aquella extraña noche plateada.
Capítulos anteriores:
I: Rojo
II: Naranja
III: Amarillo
IV: Verde
V: Azul
Otros capítulos de Negro sobre blanco:
VII: Violeta
VIII: Blanco



